El departamento del Chocó se ubica en la costa Pacífica; limita con Panamá al norte, al sur con Valle del Cauca y al oriente con Antioquia. Cuenta con una superficie de 46.530 Km2, y lo conforman 19 municipios, cuya economía básica es la Minería, donde se explotan las minas de oro, plata y platino; pesca y agricultura.
Lo curioso es que éste, siendo un departamento rico en oro y platino, presenta un índice alto de pobreza; a pesar que es un territorio donde llueve intensamente, los servicios de agua, educación, telefonía, servicio eléctrico y vivienda son deplorables.
¿Qué pasa con Chocó, si en este departamento se proyecta la conexión de los dos océanos por medio de un canal de agua dulce. Acaso esto no traería grandes beneficios a la región y al país?
Según la Gobernación el 10% de los cerca de 130.000 pobladores de su capital Quibdo, son desplazados, producto de la violencia.
Lastimosamente la idea que tiene el periodismo y tanta gente en el país es que el desplazado es un ladrón. Los estereotipos que se crean de esta población representan un factor negativo de desarrollo.
Uno de sus habitantes necesita urgente la ayuda del presidente.
Pero como va a surgir este departamento si los agentes generadores de violencia cada vez están más presentes en el territorio. La vulnerabilidad y la falta de autodeterminación de los chocoanos no posibilita una visión oportuna que permita mejorar la calidad de vida de estos ciudadanos
Éstos que al verse en esta situación, se refugian en sus oraciones y devociones al Ecce Homo, santo a que le atribuyen con mucho fervor, sin importar la gran dificultosa travesía para llegar a su santuario.
Los chocoanos gozan de buen corazón y mucha fé, pero de poca esperanza.
Todo esto y mucho más, hace parte de las vivencias en el Chocó, donde sus habitantes en algunas ocasiones no son profetas en su tierra, muchos de ellos estudian fuera, pero el gran error es que no regresan y explotan su talento en otra parte.
No obstante, foráneos que si aprovechan las tierras chocoanas le sacan provecho y fuera de eso se quedan, y esto es un recelo que tienen los chocoanos.
De aquí parte la desolación que ahoga a este pueblo, que hasta al momento no ha podido salir de su situación abrumadora. Lo ideal sería empezar en cambiar esa forma de pensar y de actuar de los chocoanos, pero esto depende en gran parte del esfuerzo y acompañamiento del Estado en este proceso, porque ellos solos no pueden, y si esto no se hace pronto, el Chocó seguirá siendo lo que es, un departamento donde la justicia no se hace sentir.
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